miércoles, 16 de marzo de 2022

ACORRALADO (1982), de Ted Kotcheff

 

Volver a casa y esconderse de todo. Quizá eso es lo que desea un soldado que, simplemente, camina por la carretera. Ha visto demasiada sangre y ha compartido muchas cosas con sus compañeros. Ha probado todo tipo de oficios y no se ha adaptado a ninguno. Tal vez allí, en ninguna parte, al borde de un lago, encuentre la paz y el olvido. Sin embargo, la gente es incapaz de mirar las cosas con distancia. Cuando llega, el ex compañero que le había ofrecido un trabajo ha muerto. En el pueblo, comienzan a mirarle como un vagabundo, un paria, un tipo que sólo viene a ensuciar las impolutas calles de una villa tranquila. Todas esas miradas, esas sospechas, esos sobreentendidos no hacen más que confirmar a John Rambo que no tiene sitio en ningún lugar. Tampoco allí, en Hope, Washington. Curioso nombre para una ciudad que no guarda rincones para los que ya no les queda casi esperanza.

Así que Rambo, a pesar de que es lo último que quiere, después de que los listos de turno se sobrepasen más de la cuenta porque no tiene techo, ni lugar a donde ir, tendrá que volver a hacer lo único que sabe. Y eso es matar, aterrorizar y sobrevivir. Es uno de esos hombres capaces de sobrevivir en las condiciones más adversas y huirá hacia el bosque y las montañas para hacerse allí fuerte y preparar las consabidas emboscadas para tratar de que le dejen en paz. No, en paz no. En guerra. Porque no sabe vivir de otra manera. Con el cuchillo siempre preparado. Con los dientes apretados. Con las heridas dispuestas. Con la seguridad de que el tiempo se acaba, de que su vida ha sido un gran desperdicio y de que la muerte puede que sea un lugar mejor.

No cabe duda de que Acorralado es una de las mejores películas que ha realizado Sylvester Stallone. Luego, es verdad, las sucesivas y alucinadas secuelas han desvirtuado a ese personaje atormentado, desterrado de cualquier cariño, arrojado a las fauces de lo errante porque no encuentra ni el más mínimo atisbo de comprensión en el país por el que ha luchado. En esta primera película, Rambo es un personaje de carne y hueso, que decide volver al estado de guerra porque, en el fondo, es el único en el que se siente cómodo. Su superior en combate, el Coronel Trautman, tratará de convencerle a través de la radio. Y él no se quiere rendir. Tal vez porque nunca lo hizo. Porque no entiende que, habiéndolo dado todo, no reciba nada. Ha tratado de no perder el alma en el frente y resulta que la ha perdido en casa. Y no lo soporta. No quiere perder una vez más. Se rebela contra esa idea con furia y con razón. No es un sospechoso por naturaleza. No es un peligro por defecto. Es un hombre que sólo desea un futuro sin miradas, sin suspicacias, sin comentarios maledicentes, sin días rojos y noches encarnadas. Sólo un rincón donde no se sienta acorralado por todo y por todos.

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