jueves, 10 de marzo de 2022

THE BATMAN (2022), de Matt Reeves

 

Cuando la luz de emergencia se refleja entre las nubes de una ciudad en tinieblas, la tortura planea sobre la mente del justiciero porque no puede estar en todas partes aunque los delincuentes no saben dónde está. Batman aparece en la oscuridad, anunciando su presencia con fuertes pisadas que presagian el próximo golpe. En su mirada, se aprecia una intensidad inusual, como si tratara de escrutar, desde su atalaya de moral, el siguiente paso de sus enemigos. Y con cada acción, parece que, de alguna manera, nunca se siente satisfecho, ni con el deber cumplido, ni con la venganza consumada.

Así que en una ciudad en trance de desecho, Batman cae del cielo con sus puños preparados y su sentido de la noche en la capa. Lejos de él está la sospecha de que va a tener que medirse con un contrincante diabólicamente inteligente, que, en el fondo, se dedica a ajustar cuentas con una serie de mentirosos compulsivos que se han introducido en el siempre sucio juego de la política. El olfato del murciélago debe agudizarse porque también habrá alguna mujer con mirada de gato que le haga ver que la vida es algo más que una devolución. Por supuesto, es un héroe en entredicho, porque no deja ver su rostro, lo cual quiere decir, invariablemente, que tiene algo que esconder y que sus motivos son tenebrosos. No cabe en las mentes bienpensantes que él sólo quiere que la ciudad, la gran urbe de delincuencia y marginalidad, cambie para mejor.

En sus investigaciones propias de detective privado, también caben los lamentos de una voz que se apaga misteriosamente. El amor, efectivamente, cambia a las personas y, en sus alas de rata alada, parece que se despliega un atisbo de debilidad, porque no puede superar lo que le arrebataron, porque es incapaz de ver lo que tiene más allá de un buen puñado de habilidades protegidas por millones. Batman se hará más preguntas mientras contesta con respuestas extremas. Batman, una vez más, tendrá que reconocer que pierde una partida para que la metrópolis de Gotham tenga un nuevo amanecer.

Robert Pattinson compone un Batman atormentado, susurrante, taciturno y bastante lacónico mientras los crímenes se suceden con mensajes en Gotham City. Puede que sea el hombre murciélago que aprovecha mejor la máscara para dar realce a unas miradas que, en ocasiones, atraviesan como cuchillos afilados. La dirección de Matt Reeves tiene verdaderos aciertos, sobre todo en una primera mitad en la que apuesta por el cine negro con protagonista disfrazado mientras que en la segunda se pierde un poco en las disquisiciones propias del trauma del super-héroe y en su búsqueda incesante de objetivos para superar sus propios problemas. Excelente la banda sonora de Michael Giacchino para acompañar sus andanzas y sorprendente la actuación de Colin Farrell escondido detrás de una máscara que le convierte en un personaje irreconocible. Todo ello enmarcado en una propuesta algo más realista, lejos de las extravagancias de Zack Snyder, inferior a las dos primeras entregas de Christopher Nolan, pero a través de una película que resulta notable en algunos pasajes.

Y es que no es fácil acorralar al murciélago en su feudo. Tiene muchas aristas en su personalidad a pesar de su trazado casi perfecto. En esta ocasión, la única diferencia entre Bruce Wayne y Batman está en el modo de vestir. Y, por fin, tenemos la ocasión de comprobar que Gotham City se llama así por alguna razón. Mientras tanto, resuelvan ustedes el siguiente acertijo que resulta bastante evidente. ¿Las ratas aladas son las palomas? La solución, en la película.

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