El destino es un burlón
impenitente. Cuando todo parece ir bien, cuando el éxito tiene todas las
papeletas para presentarse y quedarse durante algún tiempo, alguien dice tu
nombre como asistente a una reunión del Partido Comunista en la universidad,
hace tantos años que la memoria se ha encargado de echar una buena capa de
polvo sobre ese recuerdo. De repente, tu nombre ya no estará en los créditos de
una película, ya no eres tan atractivo para una actriz de relumbrón y todo lo
que se te ha puesto en la orilla de los labios parece huir despavorido. Para
más escarnio, el destino tiene preparada una última broma en el deseo de todo
un pueblo para que un muchacho que se fue a la guerra y fue dado por
desaparecido, regrese. Puede que no seas tú. Pero… ¿qué más da?
Al fin y al cabo, se
han sacado recuerdos que ya no estaban en la memoria y la memoria también se ha
dado a la fuga y tampoco te acuerdas muy bien de quién eres y a qué te dedicas.
Sin embargo, el deseo de la gente de ver a alguien que ha sido esperado con
ansia, cambia las facciones del regreso y lo que importa es que puede ser él a
poco que se ponga ilusión. El oficio de guionista también tiene algo que ver
con ello y, de alguna manera, te sientes cómodo con la situación. De alguna
manera, el destino te ha dado, te ha quitado y te ha vuelto a dar, aunque nada
es exactamente como se había imaginado.
Con la sonrisa de quien
se siente a gusto, es ciertamente bastante increíble que esta película haya
caído en el olvido. The Majestic es
una historia bien construida, que habla sobre la ilusión, sobre la verdad
cogida con pinzas y sobre los destinos, que contiene una estupenda
interpretación de Jim Carrey y una dirección sobria y cuidada de Frank
Darabont. Y sí, el actor actúa muy seriamente ayudado por un estupendo plantel
de secundarios en el que destacan veteranos como Bob Balaban, Martin Landau o
Hal Holbrook. La fantasía, el drama suave y la sensación de querer hacer
realidad lo que se lleva mucho tiempo deseando planean sobre toda la trama con
lo agradable y lo cuidado en los primeros puestos. Y, al final, como no puede
ser menos, el destino, el verdadero, el genuino, saldrá al encuentro para que
el libre albedrío también tenga un papel destacable en la comedia.
Así que es hora de saborear muy intensamente aquello que se posee, porque, en cualquier momento, la vuelta a todo está ahí mismo, al doblar la esquina. En un instante se puede perder trabajo, amigos, amores y ambiciones y darse cuenta de que, a lo mejor, hay otras cosas en la vida que merecen mucho la pena. Sin embargo, hay que caer en ello, mirar con atención, prestar algo de cariño, incluir la buena intención y pensar en que, en la mayoría de las ocasiones, poseemos algo de suerte viviendo como lo hacemos. A poco que nos esforcemos, esta película estará entre las favoritas de cualquiera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario