miércoles, 2 de marzo de 2022

LA COMEDIA DE LOS TERRORES (1963), de Jacques Tourneur

 

El mejor negocio del mundo es aquel que produce la necesidad para la cual se ha creado. El señor Waldo Trumbull lo sabe muy bien porque es el propietario de una funeraria ruinosa. Así que, como buen emprendedor con visión de futuro, va a comenzar a producir cadáveres a tal velocidad que el negocio no va a dar abasto. Además, como estrategia comercializadora de primer orden, se va a presentar oportunamente en la casa de los finados para ofrecer sus encantadores y siempre eficientes servicios. Es lo mínimo que hay que hacer. A su lado, el señor Felix Gillie, esa delicada bola de sebo que se dedica a tirar los tejos a la mujer del señor Trumbull, pero que tiene menos agallas que un colibrí. Ambos son la sociedad perfecta para el beneficio perfecto. Y si hay que lidiar con el terror no pasa nada. Para eso existe la catalepsia y algún que otro gato negro que parece remitir al señor Poe. La funeraria Hinchley y Trumbull proporciona los mejores sepelios de la comarca. Con ataúd incluido, claro.

Por supuesto, el señor Waldo Trumbull se casó con la hija del señor Hinchley, que aún anda por ahí sin expresar nada con demasiada coherencia, solamente para controlar el negocio que, por la época, era una floreciente marca de los servicios morbosos. Sin embargo, la capa caída parece que se ha adueñado de los hombros de la muerte y resulta que no se muere nadie. El señor John Black quiere el pago del alquiler y, por eso, Trumbull toma una decisión radical. Es sólo para salvar el negocio mientras el señor Black se pregunta una y otra vez qué lugar es este.

Maravillosa comedia terrorífica, que toma como modelo los múltiples intentos en el género de Roger Corman, para juntar a la flor y tinta del cine de género con Vincent Price, Peter Lorre, Boris Karloff, Basil Rathbone y Joyce Jameson bajo la cámara irónica y decididamente sarcástica de Jacques Tourneur. Sin demasiado presupuesto, ni falta que hace, las situaciones cómicas se suceden, el ridículo se pone al servicio del horror y las carcajadas no tardan en brotar como crisantemos en túmulo. El humor negro es toda una virtud en esta película. Y hay que unirse a él sea como sea.

Así que no dejen de azuzar a los caballos del coche fúnebre para llegar a tiempo a los decesos que, sorprendentemente, acaecen en la pequeña localidad de Nueva Inglaterra donde parece que hay un incremento sustancial de la mortandad. Son esas cosas que pasan. Las tumbas deben abrirse para acoger con brazos abiertos los huesos maltrechos de los desafortunados y las facturas deben circular con celeridad. No hay nada mejor que una buena cena para celebrarlo con vino a mansalva, humor en el momento justo y la sempiterna pregunta que golpea una y otra vez nuestros malhadados tímpanos: ¿Qué lugar es este? Si tienen voz fuera del sarcófago, por favor, contesten. La muerte, a veces, se resiste reiteradamente. ¿Qué lugar es este?

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