Imaginemos un futuro en
el que, en el mismo instante del nacimiento, un simple análisis del ADN ya nos
predice las enfermedades que padeceremos y la esperanza de vida que tendremos.
El paraíso genético hecho realidad. Y eso haría que naciera en la sociedad un
nuevo tipo de racismo como es el de la superioridad genética. Imaginemos
también que hay un rebelde que se niega a pertenecer a los deformes, a aquellos
que, aparentemente no tienen ningún defecto, pero que el análisis del
nacimiento condenó a la imperfección. Puede que no fuera un problema demasiado
insalvable, pero la sociedad ha impuesto controles de sangre y de orina a cada
paso. Si quieres acceder a un trabajo, bueno, la entrevista es un bote de
plástico. Si quieres formar parte de una expedición a las estrellas, tienes que
ser perfecto, sin taras de ninguna clase. Lo peor de todo es que hay un
asesinato de por medio y es bastante posible que el crimen lo haya cometido un
deforme. No puede ser de otra manera. Los seres impolutos no se rebajan a las
más profundas pasiones humanas. Al fin y al cabo, tampoco saben amar muy bien… ¿cómo
van a saber matar?
El caso es que ese
rebelde ha luchado para irse a otro planeta, del que no sabemos nada, para no
hacerse más análisis, no tener que identificarse a través de sus fluidos. Ha
ideado un plan muy astuto, con un tipo inválido que proporciona todo lo que
necesita para engañar a los poderes establecidos con su orina y con su sangre.
Es curioso. Es inválido, pero es genéticamente perfecto. Mientras tanto, el
protagonista es totalmente válido, pero es genéticamente deforme. Eso da una
idea de lo cruel y peligrosa que puede llegar a ser la ciencia si es utilizada
de forma tan retorcida que se transforma en un estilo de vida. Quizá haya
alguna mirada indulgente, y alguna que otra casualidad en la investigación,
pero el sistema puede ser engañado con imaginación, voluntad y pura
determinación. En el mundo perfecto también hay grietas.
Hay que reconocer que Gattaca es una película muy interesante,
que juega con los misterios humanos a la vez que también pone en liza las
contradicciones genéticas, los estúpidos controles que sólo tratan de
domesticar al ser humano como miembro de una manada. La excusa es la
perfección. La salida es el misterio. Ethan Hawke está tremendamente contenido,
Jude Law compone un papel que puede caminar entre la compasión y la rebeldía
interior, Uma Thurman es la espectadora que sólo podrá ser una fracción de
tiempo, Loren Dean tratará de investigar el crimen…pero sólo hasta cierto punto,
y Alan Arkin intentará llegar al fondo dando a su personaje un aire de
detective de los años cuarenta, con sus diálogos mordientes y su lado
equivocado.
Y es que es muy difícil mantener la cabeza fría en un mundo que sólo se preocupa del grupo al que pertenece tu sangre y de la calidad de la orina que segregas. Sólo el sueño se interpone entre la realidad y la imaginación y es posible que sea el momento de vencer las estúpidas barreras que se impone el ser humano. La respuesta puede estar allí arriba, en ese lugar del que, al fin y al cabo, no sabemos nada.
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