La guerra no tiene
vencedores, sólo supervivientes. Y es difícil mantener la cabeza fría en medio
de la contienda. Es posible que un soldado pague sus novatadas y se enamore
ingenuamente de una chica que jamás le recordará. O que otro entre en un bar
prohibido de una ciudad recientemente ocupada y se le ofrezca la deserción en
bandeja de plata. Al final, siempre habrá algún motivo para matar al primero
que pasa por la calle. Por la furia, por la rabia, por haber estado guardando
tanto odio sin dejarlo salir en un entorno que sólo enseña eso mismo. El olor a
cemento partido se extiende por las ciudades en ruinas y quizá a un veterano
sargento no haya que ir a visitarle porque será el mismo rostro de lo más
terrible. Puede que en un pueblo de Sicilia haya un inicio de amor en un portal
humilde con un niño en brazos. O que la gente huya despavorida víctima de sus
propias supersticiones. La guerra, en la ocupación, también tiene un lado
pintoresco aunque irremediablemente trágico. La comida escasea. Las chicas son
tentadoras. Cuando todo acaba, el mundo quiere olvidar porque, si no, es
imposible salir adelante. Si no fuera así, el siguiente charco sería el
cementerio.
Entre tanto drama,
también hay sitio para la acción y los soldados se quedan perplejos cuando se
encuentran con una unidad francesa que se despacha a gusto con los nazis. Sin
piedad, ni compasión. Y no hay demasiado derecho a juzgar. Tampoco hay un lugar
para los perros. La pena se debe dejar atrás en una tierra en llamas. Siempre
habrá un juego cruel en las manos de alguien que lleva un arma, por mucho que
esté en el lado correcto. No todo justifica cualquier cosa. Europa deberá morir
para poder vivir.
El guionista Carl
Foreman se atrevió con la dirección de esta película en la que establece las
peripecias de un escuadrón de soldados americanos a través de su periplo por la
liberación de Europa. De Sicilia a Francia y, de ahí, a Bélgica y Alemania. Por
una vez, Foreman pone en juego un trasfondo bélico en el que se atreve a
exponer abiertamente su militancia izquierdista en la que cabe su mirada
compasiva hacia la tropa. Siempre de paso. Siempre confundida. En algún
momento, entre las muchas historias que quiere contar, parece como si la
película no tuviera un acabado formal demasiado cuidado aunque, sin duda, posee
un reparto impresionante con nombres como George Hamilton, George Peppard,
Maurice Ronet, Jeanne Moreau, Elke Sommer, Albert Finney, Eli Wallach, Vince
Edwards, Rossanna Schiaffino, Melina Mercouri, Romy Schneider, Peter Fonda,
Senta Berger y Michael Callan. En algún que otro pasaje también se entretiene
más de la cuenta, con algo de reiteración, pero, sin duda, el intento es diferente, atrevido y, quizá, no
muy bien producido. Tal vez su guión desea demasiadas cosas sin apostar
demasiado por la puesta en escena. Tal vez sus ideas están por encima de lo que
quiere contar.
Y es que una casa en un pueblo puede ser un oasis para los errantes hombres de uniforme que deben soportar bombardeos y ofensivas. Puede que, en algún momento, haya algún respiro con una cena, un vino y una cama. La guerra no tiene nada bueno, por mucho que haya héroes dentro de ella.
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