miércoles, 23 de marzo de 2022

LOS VENCEDORES (1963), de Carl Foreman

 

La guerra no tiene vencedores, sólo supervivientes. Y es difícil mantener la cabeza fría en medio de la contienda. Es posible que un soldado pague sus novatadas y se enamore ingenuamente de una chica que jamás le recordará. O que otro entre en un bar prohibido de una ciudad recientemente ocupada y se le ofrezca la deserción en bandeja de plata. Al final, siempre habrá algún motivo para matar al primero que pasa por la calle. Por la furia, por la rabia, por haber estado guardando tanto odio sin dejarlo salir en un entorno que sólo enseña eso mismo. El olor a cemento partido se extiende por las ciudades en ruinas y quizá a un veterano sargento no haya que ir a visitarle porque será el mismo rostro de lo más terrible. Puede que en un pueblo de Sicilia haya un inicio de amor en un portal humilde con un niño en brazos. O que la gente huya despavorida víctima de sus propias supersticiones. La guerra, en la ocupación, también tiene un lado pintoresco aunque irremediablemente trágico. La comida escasea. Las chicas son tentadoras. Cuando todo acaba, el mundo quiere olvidar porque, si no, es imposible salir adelante. Si no fuera así, el siguiente charco sería el cementerio.

Entre tanto drama, también hay sitio para la acción y los soldados se quedan perplejos cuando se encuentran con una unidad francesa que se despacha a gusto con los nazis. Sin piedad, ni compasión. Y no hay demasiado derecho a juzgar. Tampoco hay un lugar para los perros. La pena se debe dejar atrás en una tierra en llamas. Siempre habrá un juego cruel en las manos de alguien que lleva un arma, por mucho que esté en el lado correcto. No todo justifica cualquier cosa. Europa deberá morir para poder vivir.

El guionista Carl Foreman se atrevió con la dirección de esta película en la que establece las peripecias de un escuadrón de soldados americanos a través de su periplo por la liberación de Europa. De Sicilia a Francia y, de ahí, a Bélgica y Alemania. Por una vez, Foreman pone en juego un trasfondo bélico en el que se atreve a exponer abiertamente su militancia izquierdista en la que cabe su mirada compasiva hacia la tropa. Siempre de paso. Siempre confundida. En algún momento, entre las muchas historias que quiere contar, parece como si la película no tuviera un acabado formal demasiado cuidado aunque, sin duda, posee un reparto impresionante con nombres como George Hamilton, George Peppard, Maurice Ronet, Jeanne Moreau, Elke Sommer, Albert Finney, Eli Wallach, Vince Edwards, Rossanna Schiaffino, Melina Mercouri, Romy Schneider, Peter Fonda, Senta Berger y Michael Callan. En algún que otro pasaje también se entretiene más de la cuenta, con algo de reiteración, pero, sin duda,  el intento es diferente, atrevido y, quizá, no muy bien producido. Tal vez su guión desea demasiadas cosas sin apostar demasiado por la puesta en escena. Tal vez sus ideas están por encima de lo que quiere contar.

Y es que una casa en un pueblo puede ser un oasis para los errantes hombres de uniforme que deben soportar bombardeos y ofensivas. Puede que, en algún momento, haya algún respiro con una cena, un vino y una cama. La guerra no tiene nada bueno, por mucho que haya héroes dentro de ella.

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